martes, 17 de febrero de 2009

Miguel Cerulario y el Cisma de Oriente


Nos situamos a mediados del siglo XI d.C. El Imperio Romano se había desgajado en dos partes: El Imperio Romano de Occidente (con capital en Roma) y el de Oriente (con capital en Bizancio).

El Imperio Romano de Occidente cayó en 476 d.C. en que fue invadido por Odoacro, rey de los hérulos. Sin embargo, pervivía el Imperio Romano de Oriente, de clara influencia helenizante. El occidente europeo, con su rito latino, se encontraba en lo político ya desde hace tiempo en recesión, mientras el oriente europeo, con su rito y lengua griegos, se hallaba, sin embargo, en plena vigencia.

Este contexto de bipolaridad fue decisivo, a mi juicio, para llegar, como un culmen, es decir, como un problema heredado desde antiguo pero que se puso de manifiesto de manera virulenta con los hechos acaecidos alrededor de Miguel Cerulario. Este era un monje de familia bizantina que en 1043 alcanza la dignidad de Patriarca de Constantinopla nombrado por el Emperador Constantino IX Monómaco.

La diferencias, que ya existían entre oriente y occidente, se acentúan en su mandato. En 1052 decide cerrar todas las iglesias de rito latino de su territorio. Buscó el apoyo a su decisión en el pueblo bizantino basándose en un tema muy peculiar y admirado por el pueblo que eran los ritos propios de su liturgia.

Así emprende una campaña de denuncia de los errores del rito latino en una carta dirigida al Obispo de Triani con objeto de desprestigiar dicho rito y, por tanto, al occidente europeo.

Había muchas peculiaridades de los dos ritos que se utilizaban como arma arrojadiza entre el papado y el patriarcado de bizancio. Así, la comunión con pan ázimo de los latinos, ayunar los sábados, o el carecer de barba los sacerdotes latinos.

El Papa encomienda al Cardenal Humberto de Silva Cándida la redacción de un escrito denunciando a su vez los excesos del rito griego como el matrimonio de sus sacerdotes y el primado del Sumo Pontífice.

El Papa León IX envió una embajada a Bizancio con el objeto de poner paz en este asunto con Miguel Cerulario. Los componentes de esa embajada fueron el propio Humberto de Silva Cándida, el arzobispo Pedro de Amalfi y el canciller Federico de Lorena. En una ambiente de tensión, las posturas se radicalizaron y Miguel Cerulario prohiben celebrar la misa a los componentes de la embajada.

Estos el 16 de julio de 1054 depositan en Santa Sofía la bula de excomunión de Miguel Cerulario. Esto, que fue utilizado con la intención de atemorizar al patriarca o al emperador, consiguió que el pueblo se pusiera de parte de sus dirigentes. La validez de la bula era más que cuestionable pues los legados romanos no estaban autorizados para emitirla y, tras la muerte de León IX, sus poderes quedaban en suspenso.

No obstante, las mutuas hostilidades llevaron a que Miguel Cerulario excomulgara a su vez a los legados y se quemara públicamente la bula de excomunión contra él. El 24 de julio un sínodo de la iglesia bizantina denunciaba los errores del rito latino y consagraba la ruptura entre la Iglesia de rito latino y la de rito griego. A la iglesia bizantina se unirían posteriormente los pueblos conquistados por el Imperio de Oriente, como los serbios, búlgaros o rusos.

De esta manera es como nace la Iglesia Ortodoxa de rito griego, que es como conocemos a la Iglesia nacida de este cisma. Con posterioridad a Miguel Cerulario, se produjeron algunas reunificaciones en la Iglesia como la del Segundo Concilio de Lyon (XIV Ecuménico) en 1274, en el que el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo promueve la unión de católicos y ortodoxos enviando su profesión de fe católica a dicho Concilio (Denzinger 851-861).

Otro momento reunificador fue bajo el papado de Eugenio IV por la Bula Laetentur caeli de 6 de julio de 1439 en el Concilio de Florencia (XVII Ecuménico) en el que se insistió en la legitimidad de la inclusión de la clausula del Filioque, pero dichas reunificaciones no fructificaron pues en cada ocasión fue rota la unión al poco de realizarse. El último episodio del cisma sucede en 1472 cuando en un sínodo convocado por Dionisio I, Patriarca de Constantinopla se repudia formalmente la unión.

En la actualidad, el diálogo ecuménico con los ortodoxos es el que tiene mayores visos de dar frutos para las dos partes. Nadie pretende latinizar a los cristianos ortodoxos que tienen miedo a perder sus ritos y tradiciones griegas. Como acertadamente dijo S.S. Juan Pablo II: "La Iglesia debe respirar con sus dos pulmones, el Oriente y el Occidente".

Para finalizar, recordar que no tiene nada que ver la Iglesia Ortodoxa (separada de la comunión de Pedro) con la Iglesia Católica de Rito Oriental. Éstos son orientales, tienen sus ritos y ceremonias propias, tienen incluso un Código de Derecho Canónico propio, pero son Católicos y reconocen al Romano Pontífice.

Otros enlaces:

Oración de ofrenda de un Cartujo
¿Qué significa IC XC NIKA?El Itinerarium Egeriae
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